domingo, 28 de septiembre de 2014

Capitulo dos.



Ella encendió un cigarrillo, todavía me acuerdo de como me gustaba verla fumar.



Pitada tras pitada nuestras miradas se cruzaban, ella, sentada en la ventana, contemplando la inmensidad de la noche estrellada. Yo, tirado en su cama la observaba, era como una obra de arte, como una escultura, como una pintura perfecta, de esas que te quedarías mirándolas todo el día, de las cuales te comprarías una copia barata y las colgarías en tu casa.



El humo salia con lentitud por sus fosas nasales y poco a poco el cilindro fue deshaciéndose, hasta que por fin decidió arrojar el mentolado por la ventana. Tardo unos minutos en ponerse de pie, le encantaba ver las estrellas, le encantaba soñar en secreto.



Cuando se puso de pie y noto mis ojos clavados en ella, sonrió. Sus sonrisas no eran frecuentes, pero al presenciarlas sabia cuanto la amaba. A pasos lentos y gráciles se acerco a mi, acaricio mi pelo, mi barba, beso mis labios. Sabia cuanto me gustaba besarla.   



La música estaba bastante fuerte, pero aun así en ningún momento le preste atención. Al tener su corazón tan cerca del mio, solo podía seguir el ritmo de ambos latiendo al compás. Solo podía sentir sus caricias, la humedad de su lengua al acariciar la mía, observar de vez en cuando sus ojos entreabiertos observándome y oír su respiración. 



Siempre fui débil contra vos, siempre me derrotabas y me humillabas. Sabes que no puedo contra tus ojos pardos, contra el mar y el olor de tu pelo, tus tetas calientes, tu voz y tu amor.



Te entrego mis ojos de mar, mis palabras en diminutivos y esa barba que sabes que puede crecer.



Todas mis canciones, todos mis poemas y el capitulo dos de Rayuela. 



Porque te odio, porque te amo y porque nunca te voy a olvidar. 




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